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22/4/14

Sant Jordi,una leyenda diferente.







Hola chicos,bienvenidos otro día más a Sueños Literarios.Como muchos sabéis,mañana es Sant Jordi,día en que los bloggers aficionados a la lectura amamos,basta de rosas,más libros.

Mañana va a ser un día importante,pues se celebran muchas cosas.Supongo que ya sabréis la historia,pero como especial de hoy,vamos a explicarla de una manera más culta.
¿Estáis listos? Pues allá vamos.

Cuentan los que lo vivieron, que yo no estaba pero me lo dijeron, que había una vez un humilde caballero que hacía más de 4 años que estaba en el paro. Por casualidades de la vida en el mes de Abril se iba a festejar una pequeña feria en un pueblecito llamado MONTBLANC. En la feria se vendían muchos de los productos propios de aquella tierra como carquiñolis, neulas, miel, y en especial un vino muy conocido y característico en la provincia.
Paseaba y observaba cada una de las paradas con gran tormento, por el hambre que tenía. Ya hacía más de dos semanas que tan solo se había llevado a la boca una rebanada de pan.
En una de las paradas observó un libro que trataba de dragones. Al caballero le apasionaba la lectura, pero no disponía de dinero para poderse comprar libros. Se acercó al vendedor y le dijo que haría cualquier cosa para conseguir el libro. Y el vendedor le respondió: He observado que te has quedado un largo rato con tu mirada en este libro así que si me ayudas mas tarde en las tareas del campo puede que te lo regalaré.
Al terminar la jornada de la feria, el caballero se fue con el vendedor a sus tierras y una vez llegado este le dijo:
Tienes que recoger todos los calçots que tengo aquí plantados antes de que se los lleven los 4 harapientos y hambrientos que hay por la zona, pero antes te tomarás un buen vaso de vino con un buen trozo de tocino. Dormirás en el granero, le dijo, dándole unas mantas.
El tocino desapareció al momento, y calmó momentáneamente el hambre que sentía su estómago. Se marchó dispuesto a hacer el trabajo encomendado para conseguir el libro. Trabajó de sol a sol,  duramente, hasta finalizar su trabajo, almacenando debidamente toda la cosecha.
Al estar descansando en el granero, en un rincón percibió un ligero movimiento acompañado de un tenue sonido. Se incorporó y al acercarse y mover un matojo de paja le pareció ver tres pollitos con apariencia extraña recién salidos de su cascarón.
Lo extraño fue que alrededor de los polluelos estaba todo lleno de restos de llamaradas; aún así no le dio importancia. Nada más salir del cascarón, los polluelos fueron acercándose a él y se pusieron en su regazo. Se quedaron todos dormidos enseguida.
Al día siguiente, con el amanecer del día, la luz de éste se colaba por el único hueco que había en el granero. Se despertó y allí estaban los tres polluelos, todos enrolladitos entre sí. Se vistió y ansiosamente se fue en dirección a la casa del vendedor en busca del libro de dragones prometido.
Una vez que recibió el ansiado libro, volvió a dirigirse al granero y se tumbó para empezar a saborearlo hoja por hoja sin que nadie lo molestara. Los pollitos al verlo, enseguida se dirigieron hacia él y se tumbaron a su lado; eso sí, no piaban, sino que hacían un sonido muy parecido al de los bebes. Se quedó extrañadísimo pensando que tan solo lo que querían era comer.
Rebuscó entre unos cuantos sacos para darles un poco de trigo mezclado con cebada, pero los polluelos no querían comer, se ve que eso no les gustaba. En uno de los sacos en que se disponía a sacar grano, apareció una ratita y el caballero lo lanzó tan lejos como pudo, y en un abrir y cerrar de ojos, uno de los polluelos lo cazó al vuelo y de un trago se lo comió, soltando una pequeña llamarada de su boca; el caballero al observarlo, se quedó petrificado, sin saber qué clase de polluelos eran esos tres; enseguida los otros polluelos empezaron a corretear por el granero en busca de algún que otro ratoncillo y así fue como no dejaron ninguno vivo.
Cogió el libro que trataba de los dragones y empezó a leerlo y cual fue su sorpresa, que en una de las primeras páginas, vio que la muestra de piel que había era idéntica a la de esos tres polluelos que tenía a su lado con la barriguita llena después del festín que se habían dado con los ratoncillos. Empezó a acariciarlos cuidadosamente y notó que su piel tenía como escamas. Supo entonces que se trataba de tres dragoncitos y no de tres polluelos. El problema que se le venía encima era que iba a hacer con ellos. Solo tenía una solución y era leerse cuanto antes el libro y saber muchas más cosas sobre dragones. Devoraba cada una de las hojas, sorprendiéndose con la cantidad de cosas que había aprendido en un par de horas.
Una vez que acabó de leerse el libro, lo guardó cuidadosamente, cogió su saco y se marchó del granero sin tan siquiera haberse despedido del vendedor. Supo, que los dragones, si se les enseña desde muy pequeñitos, pueden aprender nuestra lengua, porque son las únicas criaturas, a parte de los humanos, que pueden hablar de un modo inteligible si se les enseña.
Buscó un territorio para sus tres preciados dragoncitos en un paraje montañoso con una gran cueva. El caballero sabía que tarde o temprano, su madre iría en busca de sus tres crías, cosa difícil de conseguir al no estar estos ya en el granero.
Decidió volver a la casa del vendedor para decirle que ya no había más trabajo, que todo lo que había hecho le había dado mucha hambre y le pidió que le diese un poco de comida para unos cuantos días. Pero el vendedor solo se podía permitir  darle dos rebanadas de pan con dos pedazos de tocino; aunque era poca comida, salió contento; pero cuando miró hacia el granero, cual no sería su sorpresa cuando vio que había quedado destruido por las llamas. Enseguida se percató que el único ser que podría haber provocado este incendio sería la madre de los dragoncitos.
Enseguida se dirigió hacia la cueva en donde ya le esperaban sus tres dragoncitos; “tomad hijos míos, aprovechad de comer cualquier cosa que os traiga, ya que allá fuera está muy mal la cosa”; y en un santiamén el tocino engulleron y luego se arrimaron a él. Durante más de tres semanas, les enseñó a no salir de la cueva por si algún animal los mataba. Él los mimaba, los cuidaba y hasta les enseñaba algunas palabras.
El más pequeñín tenía la habilidad de buscar todo tipo de piedras llamativas; le gustaba el cuarzo, el zafiro, etc. Un día mientras les enseñaba a volar, el más pequeño se alejó bastante de la zona donde vivían, hasta perderse por completo. Enseguida el caballero se percató de que andando solo, correría un gran peligro. Sus hermanos chillaban sin parar llamándolo. A los pocos minutos apareció con una gran piedra, agarrándola entre sus garras. ¿Por qué te has ido?, le preguntó el caballero; el dragoncito le contestó con lo poco que sabía hablar: -“piedra brillar, yo cogerla para ti”-.
El caballero se quedó mudo y petrificado sin poder decir nada al escuchar la respuesta del pequeño dragoncillo; a los pocos minutos se acercó a él y le dijo: -“no pasa nada, pero avísame la próxima vez que vayas; -vale, vale,- le contestó el dragoncillo.
Con cuidado el caballero cogió de entre las garras del pequeño la brillante piedra y sus ojos se asombraron  al descubrir que era una piedra valiosa; bien podía ser un rubí o un diamante. Buscó enseguida en el libro y miró el dibujo correspondiente a las piedras preciosas y supo que era un rubí. Enseguida se dio cuenta del potencial que tenía aquel dragón. Sus hermanos lo querían imitar, trayendo entre sus garras piedras como granito, roca, etc. El caballero enseguida empezó a reírse y el dragoncito también y los otros hermanos le siguieron con sus risas.
Como no tenía dinero, el caballero se fue al pueblo de Montblanc a intentar vender el rubí. En una de las paradas había un señor comprando oro, ya que muchas de las personas que se encontraban allí, empeñaban o vendían sus joyas para poder sobrevivir, ya que eran tiempos de crisis. Cuando le tocó su turno al caballero, el dueño de la parada se quedó con la boca abierta  porque hacía muchos años que no había visto un rubí de tan grandes dimensiones. “Bueno, si quieres te doy una moneda de oro por ella, piensa que con la crisis que hay, no te van a dar mucho más”, le dijo el dueño; a lo que el caballero contestó: “pues me iré a otra parada, con tres niños a mi cargo, con ese dinero no me llega ni para la leche. “Vale, vale, pero antes que nada déjamelo ver de nuevo” respondió el comerciante que sabía que esa piedra valía 7 veces más de lo que él ofrecía. Luego dirigiéndose al caballero le dijo: “haremos una cosa, te daré 2 monedas más y una buena cesta de comida”. Al escuchar este nuevo ofrecimiento, el caballero no dudo ni un instante en hacer el trato; el vendedor le dio una cesta enorme con leche, huevos, carne, etcétera.
El caballero regresó corriendo a la cueva para darles a los pequeños dragoncitos los majares que había conseguido: “Tomad y comed este regalo que os he traído”. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció toda la comida que les había llevado. El caballero pensaba que tarde o temprano la madre vendría en busca de sus hijos y él les había cogido tanto cariño que les llamaba “hijos míos”.
Un día al anochecer, los reunió junto a una hoguera para comunicarles sus nuevos nombres: al mayor le puso Bonachón, al segundo, Espabilado y al tercero, Pequeñín. Los tres dragoncitos empezaron a reírse los unos de los otros. Ahora faltaba saber si eran machos o hembras; el mayor dijo, yo soy un fuerte macho; el mediano, yo soy una espabilada hembra y el tercero, yo soy una pequeñita hembra y enseguida volvieron a reír juntos otra vez. La pequeña se acercó al caballero y le preguntó: ¿Y tú, como te llamas? A lo que él le contestó: yo soy Jorge, el caballero sin empleo.
La espabilada también se acercó al caballero y le dijo ¿Por qué dices que eres un caballero sin empleo?, explícamelo. Jordi puso a sus tres dragones en círculo y les contó: Hace mucho tiempo, que en esta tierra en donde vivimos, había mucho trabajo; no le faltaba casi nada a nadie, pero ahora casi no hay y con el tema de la crisis que hay, mucha gente se va a vivir a otros lugares, ya no tienen ni para comer; yo me quedé sin caballo y sin trabajo. Muchos, por no decir la mayoría, nos hemos quedado sin trabajo.
El caballero andaba en busca de trabajo y se enteró que corría el rumor de que un rey había solicitado a un caballero que estuviese dispuesto a matar a un dragón que se estaba comiendo a todos los campesinos de su pueblo, ofreciendo una gran recompensa a quien fuera capaz de matar al dragón. El caballero se ofreció para ir en busca del dragón y solucionar el problema, pero en vez de matarlo, trataría de hablar con él para convencerle de que no era bueno comerse una persona cada día. El rey debía de proporcionarle un caballo, una armadura y una lanza. Pero al caballero se le presentaba un gran problema, porque intuía que el gran dragón podía  ser la madre de los 3 pequeños dragoncitos.
El caballero fue a hablar con el dragón, pero el dragón le dijo que no, que el necesitaba una persona cada día para alimentarse; ante esta respuesta, se fue pensando que podía hacer para convencer al dragón. Entonces pensó en los 3 dragoncitos y fue a buscarlos para llevárselos con él al encuentro del dragón y antes de llegar hizo que los dragoncitos se escondiesen en unos arbustos y les dijo que no se movieran de allí hasta que él los llamara.
Volvió a hablar con el dragón y viendo que seguía en sus trece, llamó a los 3 dragoncitos que salieron corriendo de entre los arbustos para ponerse al lado del caballero, a los pies de su montura. Y el dragón cuando vio a los 3 pequeños se dio cuenta que eran sus hijitos; que eran de esos 3 huevos que había dejado en el granero y hablando el dragón al caballero le preguntó ¿qué solución tienes para alimentarme? Y el caballero le respondió: “Con la recompensa que me de el rey, cuando compruebe que en 1 semana no te has comido a ninguna persona, compraré una granja de corderos y te podrás comer 1 cordero cada día con tus hijos y los huevos que vayas poniendo, iremos a venderlos al mercado y así todos los habitantes del pueblo de Montblanc, podrán saciar su hambre con tortillas de huevos de dragón.
El caballero cumplió su palabra y no solo se dedicó a hacer tortillas de huevos de dragón, sino que también puso una fábrica donde el producto estrella fueron los huevos de dragón con los cuales también fabricó flanes, natillas y otros productos.
Un día apareció por allí una pálida y delgaducha doncella pidiendo trabajo aunque sólo fuese a cambio de comida y un lugar para dormir, contó que hacía unos cuantos años había marchado del pueblo para estudiar en la gran ciudad, pero acabados sus estudios no encontraba trabajo y no quería regresar a casa de su padre en  ese estado; el caballero compadecido y viendo que había estudiado contabilidad, la contrató como contable de su fábrica ofreciéndole casa, comida y un sueldo digno. Pasado un corto tiempo quiso saber como le había ido a la doncella en su trabajo y al verla ahora más alegre y recuperada físicamente, se quedó con la boca abierta ante tanta belleza y su corazón empezó a latir con fuerza; las miradas de ambos se cruzaron y se dieron cuenta de que algo muy especial  había nacido entre ellos. El caballero empezó a cortejarla durante un tiempo, hasta que un día le dijo que quería pedir la mano a su padre para casarse con ella, a lo que esta contestó: “mi padre es el rey, y a él tendrás que pedirle mi mano”; al enterarse de que era una princesa, casi se desmayó, pero como era un valiente caballero, se fue a visitar al rey y le pidió la mano de su hija, cosa que al rey le alegró mucho y la boda quedó fijada para el día 23 de Abril.
Como la fábrica funcionaba cada vez mejor, a los 3 dragoncitos los puso como jefes de producción, de ventas y de marketing y su madre fue nombrada directora general. Esta fábrica creó empleo y dio trabajo a todos los habitantes de Montblanc y de los pueblos vecinos. Fue inaugurada un día 23 de Abril de hace muchísimos años, el mismo día de la boda entre el caballero y la princesa, el día en que los dragoncitos cumplían años y también coincidiendo con el día en que nuestro humilde caballero descubrió aquel libro que le ayudó a entender a los dragones; por esta razón cada 23 de abril se hace una gran fiesta en Montblanc que se ha extendido a toda Catalunya y también a muchos pueblos lejanos.
Y esta historia se acabó y el viento me la dejó.
Espero que os haya gustado,nos vemos mañana.
Un beso soñadores.






1 comentario:

  1. Me gustó tu blog, te sigo :) hace poco me animé a hacer un blog literario, ojala puedas pasar y si te gusta puedes seguirme :) besos

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